A todos los compañeros, amigos, familiares y personas en general que han sido informadas recientemente sobre los hechos vividos la pasada noche del miércoles 28 de junio en Plaça Catalunya.
En primer lugar no cabe otra cosa que agradecer el interés y la preocupación que todos habéis mostrado tras haber recibido la noticia en la que se informaba del encontronazo que la otra noche tuvimos dos personas con las fuerzas del orden y seguridad, léase, los Mossos d’Esquadra. Gracias de verdad por vuestro apoyo y ánimos en las situaciones adversas.
Una vez dicho esto, creo que es de personas inteligentes reflexionar sobre los sucesos ocurridos y analizar las causas, motivos y consecuencias de los mismos. Esto es conveniente en general en la vida, pero sobretodo si, una vez vividos algunos acontecimientos, estos te dejan un sabor especial y una preocupación excesiva, como es el caso. Por eso he aquí esta reflexión:
Comencemos pues por relatar y recordar lo vivido la noche de autos. Aproximadamente a las 02.00 horas estábamos un amigo y yo en una parada de autobús de Plaça Catalunya esperando el transporte nocturno para volver a casa después de hacer unas copas. Cuando no llevábamos ni 5 minutos esperando, observamos cómo un equipamiento policial exagerado comienza a rodear la plaza; hablamos de muchas furgonetas de antibisturbios, ambulancias, coches de policía, etc. Se trató de un dispositivo policial amplio y bien preparado (esto se puede corroborar por los medios de comunicación que cubrieron la noticia esta noche, los cuales estuvieron presentes allí, seguramente avisados por la propia autoridad porque no se sabía con exactitud cuándo se desarrollaría esta actuación policial). Siguiendo con el relato de los hechos, hay que decir que un ejército numeroso de antidisturbios de los Mossos d’Esquadra ocuparon toda la plaza, realizando un cordón policial; no creo que sea necesario aquí describir la actitud que tiene este cuerpo policial, el cual está entrenado específicamente para intimidar a toda persona que observe o sufra su actuación. A continuación mi compañero y yo nos acercamos a ver qué ocurría, con una actitud increpadora, lanzando preguntas en voz alta, gritando, del siguiente tipo: “¿Qué horas son estas de hacer estas cosas?” “¿Por qué no venís por la mañana, a plena luz del día para que todo el mundo vea lo que hacéis y cómo lo hacéis?” “¿No os da vergüenza hacer estas cosas?”; todo debido a que ya preveíamos ya lo que más tarde efectivamente iba a ocurrir: el desalojo de las personas que aún permanecían instalados en la plaza. Esta actitud de incordio duró exactamente el tiempo que los antidisturbios tardaron en eliminarla, que fue realmente mínimo, porque a los dos minutos mi compañero y yo ya estábamos retenidos, por un grupo de unos 5 ó 6 policías que nos apartaban de la plaza. Ante las preguntas y exigencias de que nos dejaran en paz, y la explicación de que no estábamos haciendo nada, sino simplemente exigir explicaciones a un cuerpo que está al servicio del ciudadano, vino lo que se puede calificar como violencia física y dialéctica: un par de golpes (leves, todo se ha de decir), aplicación de la fuerza en las partes del cuerpo por las que nos tenían retenidos (brazos y muñecas), y sobretodo, muestra de un comportamiento que nos hacía pensar en lo peor: detención y denuncia (comunicaciones por walkies, palabras como desobediencia civil, desacato a la autoridad, exceso de autoridad ante nuestras reclamaciones, con respuestas como “lo único que tenéis que hacer es callar y obedecer a la autoridad que para eso estáis” y similares, etc.). Lo que vino a continuación era lo esperable: retirada de DNI, identificación, retención una media hora, devolución de los DNI y liberación.
Esta imagen no se corresponde con la agresión citada: es un ejemplo más de la brutalidad policial
Hasta aquí lo vivido. Ahora lo reflexionado. ¿Qué pasó realmente? ¿Fue normal la reacción de los Mossos? ¿Y la nuestra?
Comenzaremos, como es de personas maduras, por la autocrítica. Sí, hay que decirlo. En varias conversaciones con amigos y compañeros he calificado, en un ataque de autocrítica exacerbada quizás, nuestra actuación, la mía y la de mi compañero, como un ataque de adolescencia y de “niñateo” nada adecuado. Veamos por qué. Creo que es de personas no muy en su lugar meterse en un lío que no es el suyo y que no les va ni les viene hasta cierto punto. La reacción que tuvimos fue muy parecida a la que cientos de personas tuvieron en otras situaciones recientes y relacionadas, tales como el día del Parlamento de Catalunya, o el del primer intento de desalojo de la Plaza. Nosotros, por la nocturnidad, por venir de donde veníamos (ya he comentado que veníamos de hacernos unas copas) vimos los primeros minutos (los que nos dejaron los Mossos, claro está) como una situación análoga, y reaccionamos como tal. Pero es que el contexto no era el mismo. No se trataba de un ataque al movimiento del cual venimos participando hace ya más de un mes, no era exactamente eso. Nosotros, desde hace tiempo venimos expresando nuestro claro desacuerdo con la gente que ha decidido permanecer en la plaza, y el propio movimiento del 15M se ha desmarcado y desvinculado de este grupo de personas. Y esto era una actuación policial contra ese grupo de personas, no contra el 15M. Esto, no supimos valorarlo en los dos minutos (repito) que nos dieron los Mossos antes de reducirnos.
Ahora bien, no es oro todo lo que reluce. Pongamos un ejemplo externo y preguntémonos todos cómo reaccionaríamos. Imaginemos que vamos caminando por el Raval y vemos (seguro que muchas veces a más de uno esto le ha pasado) un dispositivo policial increíble y cómo este dispositivo reduce e intimida a un grupo de personas de origen extranjero, pidiéndoles la documentación y enviando a comisaría a todo aquel que no esté en situación “legal”. Imaginemos que nos acercamos a un antidisturbio que tiene reducido a un hombre, y le está lanzando alguna frase del tipo “Te vamos a mandar para casita” o “Te vas a largar a tu puto país” (estos ejemplos no son imaginados, sino vividos). ¿No nos acercaríamos a incordiar e increpar un poco? ¿No lo haríamos igualmente aunque supiéramos que ese hombre que está siendo vejado ha robado una cartera y por eso lo tienen retenido? Es decir, una vez hecha la autocrítica hay que decir que, igualmente, pienso que una reacción como la que tuvimos el otro día es esperable, e incluso justificable.
Venimos viviendo unos últimos tiempos en los cuales el asedio policial al que normalmente nos tienen sometidos en las grandes capitales en general, y en Barcelona especialmente, nos está llevando a un estado de alerta, crispación y violencia que provoca que, ante situaciones como ésta en las que se sospecha la posibilidad otra actuación más como las que hemos sufrido en primera persona últimamente casi cada semana, reaccionemos; somos seres humanos, sociales y políticos. Ante la evidente crítica que se nos pueda hacer, del tipo “¿para qué os metéis donde no os llaman? Además, menos mal, de alguna manera se tenía que ir de la plaza este grupo de personas que estaba ya hasta boicoteando el movimiento, no dejando hacer asambleas en la plaza, etc.” - crítica no inventada o imaginada, sino escuchada y recibida - , sirva de respuesta el ejemplo de la redada del Raval hecha anteriormente. Las actuaciones policiales nunca, nunca son la solución a nada. ¿O es que valemos más, tenemos más derecho a que no nos asedien o maltraten las fuerzas del orden, aquellos que somos parte de un movimiento que aquellos que no lo son? ¿Duelen más nuestros golpes porque los recibimos por “la lucha”? Siento decirles a aquellos que así lo piensan que no es así, que nos bajemos de los pedestales a los que creemos estar subidos por estar intentando cambiar el mundo. Un desalojo, una actuación con nocturnidad de las fuerzas del orden del Estado es igual de injusta, desagradable y antidemocrática para todos, tanto para el que roba carteras como para el que las devuelve. Con respecto al grupo de personas que permanecía en Plaça Catalunya, lo deseable era que “se fueran por su propio pie” no que “les echaran”, y menos los Mossos d’Esquadra. No perdamos el norte, porque si no, nos perderemos todos.
En fin, poco más queda por decir. Como mucho hacer un llamamiento - y como ya he dicho, lo inteligente y maduro es comenzar por uno mismo - a la mesura, a la conciencia, a la no caída en provocaciones, a la estrategia política, a la justicia social y a la solidaridad entre las personas.
Muchas gracias por vuestra atención. Sigamos ahora adelante.
ERNESTO CHACÓN
